Las heridas de la infancia son como cicatrices invisibles que pueden afectar nuestras relaciones, nuestra autoestima y nuestra capacidad de vivir una vida plena. En este artículo, exploraremos cómo las heridas de la infancia pueden influir en nuestras relaciones y cómo podemos sanarlas para construir relaciones más saludables y auténticas.
Las Heridas de la Infancia y las Relaciones:
A menudo, buscamos en nuestras parejas lo que sentimos que nos faltó en nuestra infancia. Si no recibimos suficiente amor, cuidado o aceptación en nuestra niñez, podemos proyectar esas necesidades en nuestras relaciones románticas, buscando en la otra persona la fuente de energía, amor y validación que anhelamos.
Cinco Heridas Comunes:
Lise Bourbeau, en su libro "Las cinco heridas que impiden ser uno mismo", describe cinco heridas comunes de la infancia:
- La herida del rechazo: Surge en hijos no deseados o de un género que no era el que los padres deseaban. Las personas con esta herida suelen ser perfeccionistas, intelectuales y desapegadas de lo material. Se sienten carentes de valor y buscan la soledad. Necesitan aprender a aceptarse a sí mismas y celebrar su vida.
- La herida del abandono: Surge por la ausencia del progenitor y/o la falta de muestras de afecto. La persona con esta herida busca constante atención y apoyo. Tiene rasgos de víctima y dificultad para tomar decisiones. Depende emocionalmente de los demás hasta el extremo de soportar situaciones indeseables por no quedarse sola. Necesita aprender a ser su mejor compañía, elegirse a sí misma y desarrollar sus capacidades e independencia.
- La herida de la humillación: Comienza con la carencia de libertad y la sensación de humillación del niño frente al control que ejerce el progenitor para evitar la vergüenza. La persona con esta herida conoce sus necesidades, pero las ignora. Asume las responsabilidades de los demás, privándose de libertad y tiempo para sí misma. Necesita aprender a darse el derecho de satisfacer sus necesidades y sentir placer sin avergonzarse.
- La herida de la traición: Surge por la pérdida de confianza en los padres o por expectativas no satisfechas. La persona con esta herida no muestra vulnerabilidad y le cuesta confiar en los demás. Se siente responsable y fuerte. Necesita aprender a no traicionarse a sí misma y cumplir con sus objetivos. También necesita aprender a confiar en otros y a disfrutar del proceso.
- La herida de la injusticia: Se presenta al no poder expresar quiénes somos y ser nosotras mismas, principalmente ante el progenitor del mismo sexo, quien se muestra frío, severo y crítico. Esta persona es perfeccionista y envidiosa, dinámica y optimista. Necesita aprender a no sobre exigirse y conectar con el placer y el disfrute de ser quien es.
Sanando Nuestras Heridas:
Sanar las heridas de la infancia implica aceptar las limitaciones de nuestros padres, con sus propios defectos, traumas y bloqueos, y comprender que su incapacidad de darnos lo que necesitábamos no es un reflejo de nuestro valor o dignidad. Es un proceso gradual hacia la aceptación y/o el perdón de nuestros padres y nuestro pasado.
Cómo Cuidar de Nuestra Niña Interior:
- Escucha atentamente a tu niña interior: ¿Qué necesita? ¿Qué te pide?
- Responde a sus necesidades desde tu versión adulta y empoderada: Bríndale el amor, el cuidado y la aceptación que necesita.
- Busca apoyo profesional: Si necesitas ayuda para sanar tus heridas, no dudes en buscar apoyo profesional.
Conclusión:
Sanar las heridas de la infancia es un viaje hacia la autoaceptación y el amor propio. Al comprender nuestras heridas y trabajar en su sanación, podemos construir relaciones más saludables y auténticas, basadas en el respeto, la confianza y la libertad.
Recuerda: No estás sola en este camino. Muchas mujeres están trabajando en su sanación y hay recursos disponibles para apoyarte